agosto sin vacaciones ni bicicletas
Agosto siempre ha significado vacaciones, ir al pueblo dos semanas, montar en bicicleta, recorrer las calurosas calles bajo el sol de Castilla... De pequeña perseguía al camión de los melones con mi amiga Irene: tal como sonaba "ha llegado el melonero, señora", subíamos a nuestras bicis y recorríamos el pueblo. También hacíamos collares y pulseras de cuentas que después vendíamos a nuestros vecinos y familiares, nos ofrecíamos a hacer recados a los mayores (sólo íbamos a la panadería) y jugábamos a las Barbies.
No conseguí encajar con las chicas de mi edad cuando llegamos a la adolescencia porque sentí que iban muy rápido, tenían prisa por crecer y dejaron las muñecas cuando a mí aún me apetecía jugar con ellas. Tampoco conseguía engancharme a sus historias porque ellas se veían todas las semanas y yo una vez al año, y no éramos tan amigas como para hablar por otros medios.
Quizá por eso, por la falta de amistades, tuve un tiempo en el que relacioné ir allí con la soledad, con estar a solas con mi familia, y eso con la edad lo he traducido en desconexión, horas para mí, de descanso, de inspiración.
Me estoy yendo un poco por las ramas y perdiéndome en la nostalgia porque este año no tengo vacaciones, así que no voy a ir al pueblo. Quizá consigo escaparme un fin de semana y perderme en las fiestas un rato, aunque no se disfrutan como antes tampoco.
La foto es de Pinterest, yo nunca tuve una cesta en la bici.
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