año nuevo, propósitos nuevos
No soy de esas personas a las que les gusta hacer lista de propósitos porque se me da muy mal ser constante y cumplirlos. Me he propuesto treces veces ir al gimnasio y la cumplí solo una, aguanté seis meses antes de decidir que lo detestaba y me causaba más ansiedad de la que me quitaba. Lo que sí que me gusta es ponerme pequeños retos de esos que, si no los cumples, no pasa nada.
Mi meta de lectura es de 20 libros, igual que el año pasado, porque lo cumplí y leí 26. ¿Qué habría pasado en caso de fallarlo? Pues absolutamente nada, pero este año me habría bajado la lista a 15, o puede que incluso 10. No siempre tengo tiempo para leer y aún no me he adaptado a los audiolibros, es un hobby que me gusta y no pretendo que sea nada más allá de eso, así que no quiero presionarme con ello.
Con la escritura me pasa diferente porque es algo que me apasiona y sí que quiero hacer carrera, no dedicarme exclusivamente (debo de ser de esas personas raras en mi entorno que no se ve toda la vida publicando), pero sí que quiero sacar las historias que me gustan. Y no quiero hacerlo de cualquier manera, quiero que me lean. Mi meta está en escribir 100.000 palabras, que es bastante corta si me comparo con otras personas, pero la más adecuada para mí por mi estabilidad y mi horario.
Sí que hay una cosa en la que quiero centrarme este año y es en la tinyletter. Enviar una a final del mes contando mi progreso y, ya de paso, regalarlos un pequeño relato sobre Alondra del Mar. Estaría bien enseñaros el pueblo poco a poco, ¿no?
El 2021 fue un año muy tranquilo, no me esperaba la tormenta que se me venía encima. Lo empecé con mis amigos de forma sosegada, estudié un curso que me gustó mucho y que (al fin) me dio un título que acreditase todo lo que sé de diseño gráfico (he sido autodidacta toda la vida), y en mayo comencé a trabajar en la misma notaría que mi madre porque necesitaban gente, de ahí que dejase de lado muchas de las cosas que tenía preparadas para los siguientes meses. Aprendí mucho, pero en agosto se acabó. Quise volver a una rutina de viajes, escritura..., y buscarme algún otro trabajo (estuve de azafata de Renfe durante ocho horas seguidas, sin ninguna preparación previa, y a puntito de darme un ataque al corazón de la ansiedad que me entró); y llegó el siguiente batacazo: diagnosticaron cáncer de mama a mi madre.
Fue muy rápido, un lunes de octubre le dijeron que la biopsia era positiva y ese mismo jueves estaba en quirófano. Salió todo bien, aunque empezó entonces la larga recuperación.
Me llamaron de la notaría para que cubriera su puesto y ahí fui, con mi escasa experiencia de dos meses y muchas ganas de hacerlo bien. Creo que desde primaria no absorbía tantísimos conocimientos seguidos, tuve que esforzarme al máximo y aprender un montón de terminología.
El 2022 se me ha pasado entre papeleo, pólizas y taxis, porque me he dedicado a la compraventa de licencias en mi ciudad. Me he quejado mucho por redes sociales, pero ahora lo echo de menos. Mi madre, gracias a la medicina y una fuerza inquebrantable, se ha recuperado y reinsertado al trabajo, así que yo vuelvo a estar en el paro.
No todo ha sido malo, ¡ni de casualidad!
En verano tuve una boda en Alemania, así que pasé once días de vacaciones recorriendo Baviera, y a finales de octubre gasté todos mis días en tres apasionantes semanas en Nueva York, aunque visité Philadelphia y Washington DC. También tuve una escapada de fin de semana a Agadir, en Marruecos, y le di la bienvenida al 2023 en Ibiza. Me gustaría contaros cosas de estos viajes, pero no estoy segura de que os vayan a interesar, a estas alturas aún no sé quién lee el blog y si busca información sobre mí, sobre las reseñas o sobre mis proyectos.
Lo que tengo claro es que quiero dedicar el 2023 a la escritura.
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